(Por Carolina Papandrea para CN); Con el verano europeo tocando la puerta parecería llegar la calma después de la tormenta, o
al menos por un rato, porque todos los pronósticos indicarían que en unos meses, con la
vuelta del frío, volvería azotar el Coronavirus.
De este lado del “charco” nos volvemos a poner, poco a poco, en marcha y ahora lo más difícil,
aunque parezca absurdo, es tratar de no perder la memoria.
Fueron dos meses de encierro, de caos y ciudades colapsadas entre muertos y vivos, que no
pudieron decir “adiós”. De persianas bajas, familias que se quedaron sin trabajo o no pudieron
sostener su negocio.
Noches que se vistieron de negro oscuro, de luto, bajo el silencio del miedo, del dolor y el
desconcierto… pero hasta la peor de las tragedias pasa.
Con los locales abiertos, los bares y restaurantes llenos de gente que vuelve a reunirse sin
celular de por medio, por unos segundos es difícil recordar que estamos en medio de una
pandemia.
Pero un momento después caemos en la realidad, en esta NUEVA realidad, que nos molesta,
nos agobia, asfixia, porque es distinta a la que vivimos hasta ahora.
Todo vuelve a funcionar, a los golpes, pero arranca y aun así nos damos cuenta de que nada
vuelve a ser igual.
Perdimos la inmediatez y eso nos está haciendo ganar “paciencia” y si antes todo pasaba a través de un teléfono, ahora nos damos cuenta de que los mejores momentos, los que de verdad valen la pena, se dan “en vivo y en directo”.
Nos adaptamos, como animales de costumbre, y a esta nueva vida la cuidamos con barbijo,
desinfectante y distancia. La que nos duele y separa de la gente que más queremos, pero que
tenemos que soportar con tal de que esto pase.
Mientras tanto, seguiremos amoldándonos, y sacando a relucir el ingenio de quienes están
aprovechando este momento para ganarse un lugarcito en la historia. Y es que jamás se me
hubiera ocurrido organizar un concierto en una playa de estacionamiento, para que la gente
pudiera disfrutar la música desde su auto, pero por suerte alguien se le ocurrió.
Y así le encontraremos la vuelta. Algunos antes, otros después, pero lo haremos. No quiero
que suene a un libro de autoayuda, ni a una frase hecha, de esas que suenan lindo pero que en
realidad están vacías. No vengo hablar de fantasías, sino de realidades.
A veces el optimismo enoja cuando uno está pasando un mal momento y se que este virus, de
alguna forma, nos afectó a todos, pero desde acá, a miles de kilómetros de distancia, las
personas volvemos a sonreír con actos cotidianos. Esos que antes no valorábamos…
De lo que estoy segura es que la pospandemia nos encontrará más humanos, o al menos eso
espero, porque al fin y al cabo, y me atrevo hablar en plural, lo que más extrañamos en días de
encierro, no fue nada material.