La agenda argentina marcada por el coronavirus

(Por Carolina Papandrea/ Para Ciudad Noticias)  En una semana bastante agitada, en la cual el coronavirus lleva las riendas de la agenda a nivel mundial, en Argentina parecería no importar otra cosa.

Minuto a minuto se han ido sumando medidas de prevención y ahora, además de la cuarentena de 15 días que deberán cumplir todos aquellos que regresen al país, se empezaron a cancelar eventos en masa. Lo que lleva a preguntarse porqué todavía no se suspendieron las clases en escuelas y facultades, aunque se especula que terminará sucediendo en los próximos días.

Si bien es difícil hacer un resumen semanal con una pandemia mundial azotando a la gran mayoría de los países con el desplome de sus bolsas y sus sistemas de salud colapsados, en tierra argentina se están posponiendo cuestiones importantes para el futuro social, como el proyecto de legalización del aborto, que deberá seguir esperando para ingresar al Congreso Nacional.

Por otra parte, después del gran repudio que se generó por el asesinato de Fernando Báez Sosa, esta semana se instaló en los medios de comunicación la posibilidad de que “los rugbiers” pudieran llegar a conseguir la prisión domiciliaria. Más allá de cuál será el futuro de los acusados, finalmente fueron trasladados a la alcaidía de Melchor Romero, en La Plata, donde tendrán contacto con otros presos, al menos hasta que se terminen las pericias psiquiátricas.

Mientras tanto, en medio de una emergencia sanitaria que genera pánico en la población, siguen matando mujeres, que se suman a las más de 70 asesinadas en lo que va del año.

A esta ola de femicidios se agregan los nombres de Denise Vergara, cuya pareja terminó con su vida en la fábrica donde ella trabajaba, y el de Romina Alejandra Ruiz, quien fue brutalmente degollada por su concubino.

En definitiva, son mujeres que hoy tienen lugar en la televisión, pero que a pesar de haber sido violentadas, denigradas y asesinadas, sus casos quedan en la nada…

Cifras que alarman, relatos que estremecen y la impotencia de no saber quién puede ser la próxima víctima, debería terminar con la brecha en el feminismo, porque esto va más allá de los pañuelos de colores.