«Era muy celoso»: Mónica Farro habló de su relación con Gerardo Sofovich

Gerardo Sofovich fue quien ayudó a Mónica Farro en los inicios de su carrera en el país.

Mónica Farro inició su carrera en Uruguay pero su fama estalló cuando se mudó a la Argentina. Comenzó trabajando como vedette en una obra llamada No somos santas, de Gerardo Sofovich. En una entrevista vía Instagram, Mónica contó cómo fue su llegada al país de la mano del productor y negó el supuesto romance. Gerardo la conoció cuando la vedette participaba del certamen Miss Playboy TV Latinoamérica en 2004.

«Trabajando para Playboy conocí a una persona que en ese momento era el abogado y amigo del alma de Gerardo. Él me hizo un contacto con él pero yo nunca hablé con Sofovich. Nunca, por una razón o por la otra, podía tener ese contacto. En el año 2007, él me llamó. Yo estaba entrenando en el gimnasio, como todos los días. Y me dice, ‘hola nena, soy Gerardo’», contó Mónica.

«Le corté, pensé que me estaba tomando el pelo, y me volvió a llamar. Cuando me dijo el nombre de la otra persona con la que teníamos comunicación, le creí. Ahí me empezó a hablar», contó Mónica Farro. El productor le propuso trabajar con él en Argentina y ella aceptó. Sin embargo, Mónica asegura que no fue su padrino en el espectáculo. Además, negó las versiones de un supuesto romance entre ella y el mediático.

«Gerardo nunca fue mi padrino, tampoco mi amante. Muchas veces se dijo que yo me acostaba con él y que por eso me había traído. Él era mi protector. Era mi tío, por decirlo de alguna forma. Gerardo era una persona muy contenedora. A mí me cuidaba muchísimo. No dejaba que nadie se me acercara, que nadie me trajera regalos. Era muy celoso en ese sentido. Sus chicas eran de él», dijo Farro.

El productor le tenía un cariño especial a Mónica Farro. «Él tenía un carácter muy fuerte. Cuando te marcaba las cosas en el escenario, tenías que decir el punto y la coma de lo que estaba en el libreto. No te podías salir de eso. Era muy duro con otros actores, los bajaba del escenario cuando se equivocaban. Y a mí, cada vez que me marcaba algo, me lo decía una sola vez. Y para mí era suficiente», contó Farro.