La ex gobernadora no suele acompañar esas marchas. No lo hace en persona. No lo hizo cuando gobernaba y tampoco ahora, donde no tiene un cargo en el Estado. Tampoco las cuestiona. Tal es así que desdramatrizó el conflicto que se generó porque dirigentes como Patricia Bullrich, Waldo Wolf o Fernando Iglesias participaron de una convocatoria en el centro de una ciudad, que atravesaba el pico de contagios de coronavirus y que gobierna un representante de Juntos por el Cambio. “Son diferencias de forma, no de fondo”, considera. Cree que en el fondo las dos alas que tiene la coalición coinciden. Un ejemplo es la mirada sobre la reforma judicial. Hay unidad de criterio en lo que piensan sobre el proyecto de ley. A todos les parece inapropiado y fuera de tiempo.
En este tiempo lejos de la escena principal la ex gobernadora hizo un trabajo profundo de autocrítica. Su principal definición, que la suele repetir en las reuniones virtuales, es que el espacio político tiene que dar una muestra hacia afuera de que realmente entendió los motivos por los que perdió la elección de 2019. “No le podemos volver a pedir el voto a la sociedad sin una explicación. Sin decirle que escuchamos y que entendimos. Gran parte del error fue no escuchar”, afirmó, palabras más, palabras menos, en los Zoom donde trató el tema.
La critica que más impacto le generó en estos últimos meses salió de la boca de su ex ministro de Economía Hernán Lacunza. “Subestimamos los problemas y sobrestimamos nuestras capacidades”, le aseguró. Vidal se mostró de acuerdo al instante. Miró hacia atrás y encontró hechos claves que explican esa idea que le transmitió su ex funcionario. “Pensamos que sacábamos el cepo, lográbamos un acuerdo con holdouts y llovían los dólares. Y no fue así. Hubo un problema de diagnóstico”, fue lo primero que atinó a plantear después de esa charla.
No tomaron en cuenta el prontuario de la Argentina en el mundo. Los defaults y los incumplimientos permanentes en el mundo financiero. Los dólares nunca llegaron, como había expresado Macri tantas veces. La ex mandataria lo reconoce. Y no solo eso. También asume que como coalición funcionaron mejor en lo electoral que gobernando, lo que generó distintos niveles de tensión a lo largo de los cuatro años de gestión. Idas y vueltas. Reproches internos que nunca llegaron a romper la alianza.
Parte de esa autocrítica que hizo la llevó a hacer principal hincapié en la crisis económica y la comunicación. Cree que cuando la situación de la economía empeoró, el gobierno se encerró. Entonces, empezaron los problemas. Perdió la capacidad de poder ampliar su mirada para buscar otra solución distinta a la que planteaban en la mesa chica que lideraba el ex presidente. No abrieron los ojos y se tragaron el vidrio de la puerta.
En lo que respecta a la comunicación, uno de las de las obsesiones del ex jefe de Gabinete Marcos Peña, está convencida de que hubo grandes fallas. Piensa que el gobierno de Cambiemos no le pudo dar sentido a lo que hacían. El discurso público se había convertido en una larga enumeración de logros, como las estaciones de Metrobús, la extensión de cloacas o de rutas, solo por poner algún ejemplo. “El problema no es la cantidad de cosas que haces, sino el sentido con que lo haces”, reflexionó junto a sus íntimos en este tiempo retrospectivo.
En el último gobierno no pudieron expresar con claridad cuál es el rol del Estado o que mirada tienen sobre la política social. Les faltó construir un marco conceptual e ideológico. Un mensaje simbólico que describa que idea tenían y tienen sobre la política estatal, económica o social. En la Casa Rosada se alejaron de la política, la despreciaron, con el fin de convertirse en exponentes de un nueva forma de gestionar, basada en el vínculo uno a uno con el ciudadano. Los resultados quedaron a la vista.
Aunque parezca extraño, el mejor ejemplo que tomó Vidal para marcarles a los suyos las fallas que hubo en el mensaje fue el relato del kirchnerismo. “Si hay algo que tienen en claro ellos es quiénes son sus adversarios, a quiénes defiende y a quiénes ataca. Se puede estar de acuerdo o no, pero lo saben”, razonó. La ex gobernadora considera que el mensaje del kirchnerismo ha sido unificador y consistente en los extremos. Es decir, un concejal de un pueblo bonaerense y Cristina Kirchner tienen la misma mirada sobre un hecho puntual como puede ser la intervención y expropiación de la empresa Vicentin. Hay un hilo conductor que los une y que se formó con el tiempo.
En gran medida considera que Cambiemos no tuvo ni tiene ese modelo porque construyó su identidad al mismo tiempo que gobernaba y fue un frente creado con un objetivo claro: ponerle un freno al poder de Cristina. El kirchnerismo, en cambio, saltó a la escena nacional en el 2013 pero ya había hecho pie bastante tiempo atrás en Santa Cruz. La conformación de esa identidad es un trabajo que tienen pendiente en la oposición y que, según ella, debe afrontarse en el mediano plazo.