(Por Carolina Papandrea / Ciudad Noticias): «Cuando la escuela en casa no es una obligación, sino una elección”
Fue en 2009 cuando Florencia (34) y Facundo (38) se lanzaron a la aventura con destino al místico Sudeste asiático y, sin saberlo, ese fue el disparador de lo que terminaría siendo la “primera” parte de su vuelta al mundo.
Tras aquellos seis meses cayeron en la cuenta de que sus ganas de viajar iban más allá de cualquier otra cosa y, así, comenzaron a planear una nueva vida, construida básicamente por mapas, valijas y pasaportes.
Dejando atrás la monotonía de un trabajo de oficina, cumpliendo horarios y obligaciones para satisfacer las necesidades turísticas de alguien más, ya que eran empleados hoteleros, decidieron empezar a ser los protagonistas de sus propios -y próximos- destinos.
Después de haber incursionado en el couchsurfing, house sitting y work and holiday, la pareja argentina empezó a sentir un nuevo deseo: formar una familia.
Con la llegada de su primer hijo, Tomy (7), en 2012, y bajo las miradas y habladurías de su entorno, volvieron para “sentar cabeza” nuevamente.
-En mi opinión, a veces resulta más difícil romper estereotipos por la opinión de los demás que por lo que eso implica en realidad-
Desde entonces los viajes se convirtieron en simples vacaciones, a lo largo de América, de períodos cortos y siempre con fecha de vuelta.
Unos años después tuvieron a su segundo hijo, Pau (4), y cuando él cumplió los tres años “revivieron” esas ganas de volver a “patear” distintos países y culturas, pero esta vez lo harían en familia.
Así, en 2019, arrancaba la travesía de a cuatro; con dos niños que lejos de ser una “piedra en el camino”, como muchos les decían, se convirtieron en sus cómplices de aventuras, recuerdos y anécdotas. Y; como ellos describen en sus redes sociales, “dejaron los miedos en casa” para seguir conociendo el mundo, que es de todos, pero de nadie al mismo tiempo.
Cuando la “escuela en casa” no es una obligación, sino una elección.
Atravesando un momento crítico a nivel mundial, con el avance del COVID 19, mucho se está hablando de la educación de los chicos puertas adentro.
Por eso, más allá de que Tomy y Pau se fueron adaptando a distintas situaciones culturas e idiomas, gracias a los cientos y cientos de kilómetros recorridos, me parece el momento justo para contar con el relato de esta familia, que antes de la pandemia, se inclinó por la modalidad conocida como Home school -escuela en casa-.
En primer lugar, antes de emprender viaje, tuvieron que hacer una suerte de “investigación”, con la orientación de la escuela donde asistían. De esta manera, se amoldaron a un programa distinto para cada niño, de acuerdo a sus edades.
Mientras que al más pequeño de la familia sólo le toca “jugar” y “disfrutar”, más allá de alguna que otra enseñanza acorde al jardín de infantes, la base de Tomy se concentra en leer y escribir.
“Nuestro hijo más grande empezó a leer a un nivel altísimo y su hermano, sin darnos cuenta, también comenzó a escribir sus primeras palabras, sin la exigencia de nadie, sino copiando a Tomy”, aseguran sus padres, con una nota de orgullo.
Lejos de las aulas, pero siempre en contacto con la maestra y siguiendo con las actividades que ella les envía, las evaluaciones, que cumple satisfactoriamente, son mediante videollamadas.
“Creemos que la parte negativa de estudiar a distancia es que los chicos no tienen un grupo de amigos de la infancia, que consideramos sumamente importante… pero a su vez, gracias a este estilo de vida que llevamos, ahora les cuesta mucho menos relacionarse con cualquier persona que nos cruzamos en el camino”, afirman.
Por eso, más allá de que se lamentan por la parte “social” de sus chicos, en cuanto a sus pares, planean seguir con este mismo régimen que, hasta el momento, les está dando buenos frutos.